¿Por qué parece que nos enamoramos siempre de un tipo parecido de personas?¿Por qué acabamos frecuentemente con aquellas que nos hacen sufrir o que, simplemente, no nos quieren bien? ¿Por qué nos equivocamos tanto al elegir pareja?¿que es lo que vemos o no vemos?
Son muchos los factores que nos pueden llevar a cometer estos errores, y ahora vamos a analizar algunos de ellos de manera que podamos identificar mejor lo que nos ocurre o qué pautas estamos siguiendo para involucrarnos con un tipo determinado de personas a la vez que descartamos a otras.
Con el objetivo de poder deshacerlos cuanto antes, comenzaremos por aquellos patrones que acaban resultando en experiencias de sufrimiento, aunque empezaron con la lógica ilusión del amor.
En ocasiones nos acabamos enganchando a personas que nos tratan con desprecio, agresividad (verbal, emocional o física) o indiferencia. Y lo hacemos convencidos de que lo que estamos sintiendo es amor cuando las señales que nos esta enviando el organismo son de miedo y dolor. ¿Por qué entonces este cortocircuito en nuestro sistema?¿que es lo que nos hace desviar nuestras conductas, y en lugar de salir corriendo –que es lo que nos pide el cuerpo- nos empeñamos en seguir con esa persona?
Una de las explicaciones nos la proporcionan la antropología y la psicología social: una educación (a través de cuentos y cultura) en la que por amor uno puede tratar a su pareja como quiera pues finalmente obtendrá su perdón; o en la que por amor se aguantara hasta lo inaguantable e injustificable como prueba de ese amor (presuntamente) verdadero, podrían ser la clave de la presión de lo social sobre la psique individual para tomar cierto tipo de decisiones.
Una explicación alternativa nos la proporcionan los estudios sobre inteligencia emocional: la gestión y la interpretación de las emociones se aprenden desde muy, muy, muy pequeños, apenas sin saber todavía articular palabra. Cuando el entorno (padres, tutores, etc.) proporcionan experiencias de afecto y también (frecuente o intensamente) de miedo, el pequeño cerebro que esta formándose puede llegar a confundir conceptos. En algunas ocasiones puede estar sufriendo un miedo intenso frente a alguna de las personas que deben de proporcionarles máxima atención y cuidados (amor) para su supervivencia, pero al pequeño sistema no le queda mas remedio que reinterpretar la emoción que le invita a salir corriendo como un tener que quedarse cerca de su fuente de supervivencia, es decir, aprende a entender el miedo como amor, a la vez que empieza a familiarizarse con estrategias que le permiten ir aguantando el tipo y la situación.
¿Qué ocurre entonces cuando uno llega a la edad adulta? Si uno ha tenido la suerte de cruzarse por el camino con algún patrón de relación afectivamente sana (familiares cercanos, vecinos, los padres de algún amigo, etc.) que pueda servir de referencia, se podrá corregir el aprendizaje y elegir con acierto a parejas convenientes y satisfactorias. A esto se le conoce como resiliencia. Pero si se ha
carecido de estos referentes, entonces una y otra vez, cuando una persona provoque miedo (de una forma muy sutil, aunque el cerebro capta rapidísimamente gestos, miradas, tonos, que le ponen en alerta y hacen que envíe la señal apropiada) se estará confundiendo con amor y, en vez de cortar rápidamente, se iniciara una relación presuntamente amorosa cuya esencia es el miedo, y la imposibilidad de escapar de el.
¿Cómo corregir este patrón? Una pequeña sugerencia: si pensar en esa persona produce inquietud, nerviosismo, dolor en el estomago, y tembleque, estamos invadidos por el miedo. El amor del bueno es fuente de satisfacción, alegría, ilusión, optimismo y tranquilidad.
Colaboración de Mila Cahue para MeeticAffinity
Fuentes:
Foto Amor Odio1: http://www.examiner.com
Foto pareja jardín: http://www.es.123rf.com