Dra. Mila Cahue

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El amor: control, autocontrol o descontrol


Yo no quiero enamorarme, no quiero perder mi libertad, dicen algunos. A otros se les escucha decir: Me dejo llevar por los primeros momentos de pasión y es como si perdiera literalmente la cabeza. En esos momentos no tomo las decisiones adecuadas así que, paso de que me guste alguien, porque luego no me compensa el mal rato y el dolor que siento cuando tengo que dejar una relación.

Para muchos, el amor se trata, efectivamente, de una cuestión de control, y podríamos decir que mal entendido. Existe un patrón en el que, quien lo tiene adquirido, cree haber adquirido el derecho a controlar a su pareja: llama a todas horas; pregunta continuamente dónde, cómo, a qué hora y con quién ha estado; se permite prohibir, directamente o utilizando el chantaje emocional (si no dejas de hacer esto, o si haces esto otro, es que no me quieres); utiliza la crítica o la queja para ir apartando a su pareja poco a poco de sus amistades, de sus aficiones, y hasta de su familia.  Su forma de querer consiste casi en anular a su pareja y, por lo tanto, no es extraño que, a quien le haya tocado vivir alguna relación con este tipo de personas, prefieran no repetir la experiencia. Pero es importante que, a su vez, recuerden: el controlador controla a quien se deja controlar. Es decir, probablemente la persona controlada, activa también su patrón o creencia de que, en nombre del amor, tiene que ceder ante todo lo que se le pida, y de esta manera, se juntan el hambre con las ganas de comer. Sugerencia: enamorarse sin anularse; ceder, pero hasta un límite; en definitiva, aprender algo de asertividad.

Para otros, ya hemos visto que el amor se relaciona más bien con una cuestión de descontrol. Se trataría de ceder ante el arrebato de los primeros momentos, donde se tiene licencia para llegar a la irracionalidad, para ver lo que uno quiere ver, y  no lo que tiene en realidad ante sí; se desbaratan las amistades, el tiempo y hasta el trabajo… Casi se podría decir que las sensaciones que experimentan estas personas tienen más que ver con lo que se llaman estados alterados de conciencia (y enganchan casi de la misma manera), que con la experiencia de un amor apasionado y saludable. Y ya que hemos mencionado la pasión: no hay que confundir ésta con el descontrol. Es cierto que es más fácil descontrolar en momentos apasionados, pero no necesariamente tiene que ser así. Nuestra sugerencia: hacer un historial de nuestras relaciones e identificar qué es lo que nos hace perder el control de esa manera: ¿un físico?¿un estilo?¿una actitud? Una vez detectado, aislarlo cuando alguien nos produzca ese sentimiento, y analizar antes si el resto de las cualidades de esa persona son las que realmente deseamos para vivir en una pareja emocionalmente satisfactoria.

Y llegamos, naturalmente, a la vivencia del amor desde el autocontrol. Muchos identifican este término con: rigidez, sosería, aburrimiento, falta de espontaneidad, hipocresía, desconfianza, etc. En realidad, el término autocontrol se refiere a: controlarse a uno mismo antes que controlar al otro. ¿Y qué es lo que hay que autocontrolar? Pues los propios celos, el mal carácter, la posesividad, la inseguridad, la baja autoestima, y en general todas esas conductas que significan una intromisión en la necesidad que tiene nuestra pareja de ser ella misma. El control se ejerce sobre los límites en los que la pasión pasa de ser un subidón a un sálvese quien pueda; en los que los celos dejan de ser una sensación lógica a una patología desagradable; en los que la ira, lejos de permitir expresar un malestar, se convierte en una agresividad injustificable, en un numerito absurdo, o en una pelea de patio de colegio.

Colaboración de Mila Cahue para MeeticAffinity.

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