No son pocos los debates o las conversaciones familiares en las que tenemos que oir que el amor es algo así como un sentimiento desbocado que no se puede controlar, que cuando uno ama se puede, casi, llevar cualquier cosa por delante, o el famoso dicho de que el corazón tiene razones que la razón no entiende. Y así, un largo etcétera proveniente de la literatura, de la fantasía,… o de la inmadurez personal.
Es cierto que el amor se siente. Y que, cuando esto no ocurre, es inútil forzarlo. Pero no está escrito en ningún sitio que uno tenga que ser esclavo de sus sentimientos; que no pueda controlarlos o, al menos, gestionarlos. Parece que, cuando uno siente amor, tiene que llegar hasta el final: aunque la otra persona no quiera o no corresponda, aunque se trate de amores imposibles, imprudentes, dañinos o tóxicos.
Cuando intentamos explicar que, una vez que surge el amor, si no puede ir más allá de un cierto límite, hay que aprender a
tolerar la frustración, a respetar las decisiones ajenas y a seguir amando aunque uno sea rechazado, nos solemos encontrar con ceños fruncidos, gestos desairados o reproches solapados.
Pero, es que yo lo estoy sintiendo, y no puedo evitarlo. Es cierto, no se puede evitar, pero se puede y se debe de gestionar. Esto en cuanto a los amores no correspondidos.
¿Y cuando uno ya está en pareja? ¿Cuáles son los ingredientes que hacen que funcione? Ya he comentado en otros artículos que aparte de la pasión, de la química o de la ilusión, el amor, además de un sentimiento, es una conducta. Hacia uno mismo y hacia el otro.
Para muchos, una relación de pareja, es una condena. Sin embargo, precisamente en la pareja es donde uno tiene la oportunidad de vivir la libertad de ser uno mismo, de ser aceptado y amado como es. Entendiendo por libertad, no el hacer lo que se quiera, sino el ser responsable de las decisiones que uno toma y de sus consecuencias sobre uno mismo y sobre los demás. Si la decisión es estar viviendo con otro, soy libre para tomar decisiones que nos beneficien a los dos y no a uno solo; soy libre para tomar decisiones compatibles con mi pareja; soy libre para expresarle a mi pareja lo que deseo y en lo que quiero su apoyo; soy libre para hacer lo que sea preciso para que la persona de mi elección sea feliz; soy libre para apoyarla; y soy responsable de cada una de las consecuencias de lo que haya elegido. Y maduro para corregir cuando me haya equivocado.
La consideración y el cariño van parejos. La consideración tiene que ver con tener en cuentalos deseos, necesidades, ilusiones y sueños del otro. Si, cuando quiero exponer los míos, a la vez cuento con los de mi pareja, no hay
razón para que el otro se sienta ofendido o excluido. El cariño tiene que ver con la manera en que planteamos lo que queremos, lo que expresamos y lo que valoramos.
En pareja las dosis justas tienen que ver con que, al tratarse de dos, donde esté la justa medida, la media aritmética de los sueños de ambos, estará la felicidad. Cuando uno se anula o se somete a la voluntad del otro, contrariamente a la creencia popular e inculcada durante siglos, no se está realizando un acto de amor, ni hacia uno mismo ni hacia nuestra pareja. Se está aniquilando, llevando a nivel cero a una de las partes, sin la cual es imposible que la ecuación dé el resultado correcto.
Colaboración de Mila Cahue para MeeticAffinity.
Mila Cahue pasa consulta privada en el Centro de Psicología Álava Reyes, Área de Pareja