Dra. Mila Cahue

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Primeras impresiones: ¿PASIÓN o RAZÓN?


Las razones que nos llevan a formar pareja con una persona determinada, o en un momento concreto de nuestras vidas, son tan variadas que nosotros mismos nos quedaríamos sorprendidos si fuésemos plenamente conscientes de ellas.

Solemos dar por sentado, y esto nos puede llevar a error, que cuando dos personas forman pareja es porque se han sentido desde las mas leves mariposillas en el estomago, hasta un vuelco, revolución e incluso perdida del sentido que normalmente denominamos pasión.

Es verdad: esta emoción especial nos pone en movimiento, nos hace dirigirnos hacia un objetivo y nos provoca para que hagamos o nos planteemos cosas que en estado normal ni se nos pasarían por la cabeza. El Premio Nóbel de Literatura, José Saramago, nos recordaba como, ya con cierta edad, pero enamorado, se recorría larguisimos trayectos en coche, a horas inadecuadas, para ver a su amada, con el mismo ímpetu e ilusión de un adolescente. La ducha de hormonas es tan gratificante que uno hace prácticamente lo que sea para seguir sintiéndose de esa manera, para prolongar ese bienestar, o pasión.

Iniciar una relación de esta manera resulta muy placentero, aunque no va a ser garantía de que esta se acabe convirtiendo en una pareja asentada (que no quiere decir aburrida ni falta de emoción) y para siempre. Pero proporciona un  empujón impagable para que dos personas se conozcan intima y mutuamente y puedan decidir si siguen avanzando (hasta donde lleguen, porque la verdad es que tampoco nos solemos poner objetivos muy nítidos).

Para algunas parejas es necesario empezar a relacionarse de esta manera, pero para otras supone el principio, y también el fin. Después de la pasión apenas quedan elementos suficientes para sustentar una relación afectiva y, en algunos casos, se desvelan profundos antagonismos que hacen que esta sea inviable. En estos momentos, en los que lo mas prudente seria dar por terminado el capitulo de “que bonito fue mientras duro”, uno suele aferrarse a lo vivido, rechazando perder algo tan placentero, y negándose a reconocer la realidad de la incompatibilidad que tiene ante sus ojos. Es aquí donde empiezan las tragedias al mas puro estilo Carmen de Bizet, que algunos identifican con amor, en vez de reconocerlas como una insana obsesión, o simplemente como una torpeza en la gestión eficaz de lo afectivo.

En cualquier caso, no nos olvidaremos de felicitar a aquellos a los que la pasión les ha facilitado disfrutar de relaciones felices, cómplices y duraderas, pues podría decirse que están en el grupo de los privilegiados que han podido conjugar pasión y razón.

Como sugerencia, la propuesta que lanzamos es vivir intensamente la pasión, sin perder de vista cuando sus consecuencias empiezan a ser más perjudiciales que constructivas en el día a día. En ese momento, cueste lo que cueste, y duela lo que duela, se impone una parada inteligente.

Para otras personas, o en momentos determinados de la vida, elegir pareja desde la pasión resulta casi un ejercicio de irracionalidad y uno se siente mas seguro ateniéndose a razones prácticas, lógicas o convenientes. Lo ideal es que las dos personas involucradas tengan el mismo criterio pues, si una de ellas esta esperando pasión y se encuentra con la razón, el resultado va a ser una profunda frustración. Una pareja puede asentarse y ser feliz desde parámetros aparentemente fríos. Como la felicidad es un asunto muy privado y subjetivo, cada pareja ira eligiendo según los criterios que considere más oportunos.

¿Pasión y pasión?¿Razón y razón?¿Pasión y razón? No hay etiquetas ni patrones. Amar bien es un arte que se expresa a cuatro manos en el que la creatividad es ilimitada.

Colaboración de Mila Cahue para MeeticAffinity

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