Ya ha llegado el momento de la primera cita y, a parte de los datos del perfil y algún intercambio de correos y/o llamadas, poco más sabemos de la persona con la que vamos a quedar.
Esta primera cita puede resultar algo comprometida porque ¿de qué vamos a hablar?¿cuáles son los mejores temas de conversación? Si el objetivo es conocerse mejor para ver si “surge algo” ¿cuánto hay que desvelar sobre uno mismo? En ocasiones, tras ese primer encuentro pueden, ocurrir varias situaciones:
– nos vamos con una especie de “regustillo amargo” porque tenemos la sensación de haber contado demasiado sobre nosotros mismos; incluso detalles o sentimientos que nos han hecho recordar y revivir experiencias pasadas que no resultaron agradables;
– nos vamos aburridos porque nos han hecho partícipes de más información de la que nos apetecía escuchar, y nos ha tocado tener que comprender experiencias que quizás nos resulten lejanas, física o emocionalmente;
– hemos contado, o nos han contado, demasiado poco.
Uno de los primeros hábitos que es mejor erradicar de las primeras citas es la tendencia a contar algunas de nuestras horrorosas, tremendas o tristes experiencias pasadas con todo lujo de detalles. Aunque se trata de un intento para que la otra persona nos conozca mejor, a la vez estamos introduciendo una auténtica colección de otras personas que nuestra mente llega a visualizar como si fuesen reales, pero que, en este momento, no solamente no hacen falta para nada, sino que sobran sin miramientos.
De nuestras experiencias pasadas, podemos hablar de lo que hemos aprendido, pero no es estrictamente necesario detallar el cómo, ni el con quién tomamos la lección.
Por otro lado, los aspectos demasiado íntimos de la vida de cada uno son demasiado privados como para exponerlos demasiado pronto sin saber todavía cuáles son los planteamientos vitales de la otra persona.
Resulta un buen recurso tener a mano conversaciones sobre aficiones, lugares que hayamos visitado o que nos hayan impactado, de anécdotas; también podemos hablar sobre nuestra situación afectiva actual (si estamos solos, separándonos, todavía en pareja, felizmente emparejados, etc.), para que la otra persona sepa dónde se está situando en ese terreno, y que decida hasta dónde quiere llegar.
Cuando alguien quiere saber demasiados detalles y pregunta sobre cuestiones que empiezan a resultarnos incómodas, uno no debe sentirse obligado a contestar si se siente que se está rayando en la indiscreción o el malestar. Querer saber lo que el otro no quiere decir todavía, puede ser indicativo de una falta de tacto, respeto y consideración, y habrá que tenerlo en cuenta pues esta actitud ya nos está dando suficientes datos sobre la persona que tenemos delante. Querer tener más información de la que corresponde en un momento determinado nos indica que nos encontramos ante una persona manipuladora o controladora.
Como referencia, y como una buena ocasión para confiar un poco más en nosotros mismos, no diremos más de lo que sobrepase nuestra línea de bienestar. Si nos sintiéramos incapaces de distinguir esta sensación, a veces por un afán de complacer o gustar al otro, al menos no aburriremos ni nos dejaremos abrumar con detalles sobre eventos que es mejor ir desvelando a medida que se vayan conociendo las experiencias, los gustos, las ideas, las costumbres y las expectativas de la otra persona.
Los temas espinosos, que iremos tanteando con acierto y habilidad, son los de toda la vida: política, religión, afectos, sexualidad y dinero. Si no nos sentimos seguros de cuánto podemos comentar con cierto arte, mejor que sea poco. Del resto, a nuestro criterio, sin olvidar, sobre todo, de pasar un buen rato.
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1.- De qué hablar y de qué NO hablar en la primera cita
2.- Ser muy claro desde el principio… o No
3.- Cómo quedar por primera vez
Colaboración de Mila Cahue para MeeticAffinity