Dra. Mila Cahue

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Cómo afecta el nuevo modelo familiar a la pareja


Pocas veces en la historia de la humanidad se han tenido que enfrentar las parejas a un modelo familiar tan estresante como el que se propone en la actualidad.

Resulta estresante el hecho de que un padre y una madre tengan que enfrentarse solos, lejos en muchas ocasiones de sus familias de origen y de sus grupos naturales de apoyo, a la crianza de los hijos. De hecho, este modelo padre-madre-hijos aislados resulta un experimento absolutamente novedoso, por mucho que intenten convencernos de que se trata del esquema tradicional de familia. Para hacer hijos es cierto que hace falta un hombre y una mujer pero, si nuestras abuelas y la historia no nos mienten, de la crianza se han encargado principalmente las mujeres (los hombres solían estar en guerras, en conquistas varias, trabajando donde buenamente podían, etc.), apoyadas por otras mujeres, de la familia o no, y los hijos crecían rodeados de otros niños, hijos a su vez de las mujeres del grupo.

En la actualidad, los niños salen del colegio y los padres se las ven y se las desean para compatibilizar el poder llevarles a las actividades extraescolares con los larguisimos horarios laborales que nos gastamos en este país, para luego volver a casa a hacer los deberes con ellos (otro factor de estrés añadido. ¿En que época histórica han tenido que hacer los padres los deberes todas las tardes con los hijos? ¿por que tienen los padres que repetir la ESO y el Bachiller?). Y, por si fuera poco, vamos a por el siguiente factor de alteración de animo: duchas, cenas, pijamas y a la cama. A ser posible, todo ello, antes de las 9.30 de la noche. No queda prácticamente espacio para jugar con ellos, dedicarles unos cuantos achuchones, hablar con ellos pausadamente, desarrollar el sentido del humor… La obligación antes que la devoción. Y niños que nos miran con grandes ojos preguntándose si no se merecen simplemente cariño, tiempo y ternura.

Francamente, después de una larga jornada de trabajo para ambos padres, el ir y venir de actividades de todo tipo, los deberes, las duchas y las cenas, no resulta extraño que lo que apetezca de verdad pasadas las 21.30 de la noche sea desconectar de todo, incluida la pareja, con la que no hay tiempo para hablar de la jornada, para negociar proyectos comunes, o para dedicarse caricias, mimos, halagos o lo que se tercie, si es que llegan las fuerzas físicas y anímicas para que se tercie algo.

Hemos obviado los compromisos familiares y sociales, tanto de los padres como de los hijos, que suelen trasladarse al fin de semana. Pero nos queda otro factor estresante añadido: como los niños ya no juegan en las calles de su barrio, ni pasan a casa del vecino, ni tienen hermanos ni primos cerca para jugar, los padres también tienen que encargarse del ocio de los niños.

Y así pasan los días, sumergidos en una vorágine incomprensible en la que los niños, los maridos y las mujeres se van secando por falta de afecto hasta que la extrañeza del otro, el desamor, o los deslices que podrían haber sido evitables acaban minando los cimientos de una relación que, en su día, seguramente se inicio con toda la ilusión de un proyecto común.

Tal y como están diseñadas las cosas hoy por hoy, resulta difícil salirse de este engranaje complejo y casi maquiavélico pero, habiéndose constatado que este modelo, lejos de favorecer el esquema familiar, lo que esta haciendo es cargarse, por un lado, la posibilidad de que los padres puedan dedicarse tiempo mutuamente y, por otro, que estos, desde un modelo  parental sano y equilibrado, puedan transmitirlo a los hijos.

Ante este panorama, nuestra recomendación va en la línea de hacer un esfuerzo especial por dedicar, al menos una tarde a la semana, o un fin de semana al mes, exclusivamente para la pareja. Al menos hasta que cambiemos este disparatado modelo familiar.

Colaboración de Mila Cahue para MeeticAffinity y MSN

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