Tras una ruptura o un desengaño amoroso, es normal pasar una temporada más o menos larga, en la que uno no quiere tener cerca ni la foto de una posible pareja cerca de sí. Se trata de la fase de duelo que nos sirve para incorporar, asumir y aceptar que los eventos han sido como han sido, a pesar de que nos habría gustado que sucediesen de otra manera (es decir, probablemente no haber tenido que llegar a tomar la decisión de una ruptura, o de haber sido abandonado).
Hasta que llega el momento en que el cuerpo, o más bien nuestra mente y nuestras emociones, nos empiezan a dar señales de que quizás va siendo ya la hora de darse otra oportunidad con alguien, de que estar enamorado/a no es una experiencia tan mala después de todo. Aparecen las ganas de volver a seducir y sentirse seducido, de querer sentirse especial y de encontrar a alguien único.
Y, entonces, aparece un primer temor: quizás he perdido gran parte de mi atractivo. También es normal que, mientras se hace el duelo, uno tienda a descuidarse, se olvide de darse las mechas, se abandone a ciertas comidas apetitosas que le hagan coger unos cuantos incómodos kilos, o que haya desarrollado una cierta falta de ilusión, aburrimiento o apatía, y haya que volver a integrarse en las actividades interesantes que se hacían anteriormente, o que otras personas están ya haciendo. Aunque, en realidad, lo que está pasando es que uno ha perdido la costumbre de ser mirado con deseo por otros ojos, e incluso se puede sentir perdido ante la idea de tener que gustar a alguien desconocido. En estos casos, es importante no dejar de tratarse a uno mismo como le gustaría ser tratado por alguien enamorado. No hay persona fea sino mal amada dicen algunos. Sentirse bello es más importante que serlo y nos hace infinitamente más atractivos.
He olvidado cómo se liga… bueno, en estos momentos, es mejor no obsesionarse con este aspecto. Bastante tiene uno con incorporarse al mundo de los solteros como para ponerse el listón muy alto en habilidades que hace tiempo que no se practican. De momento con ser natural y una buena dosis de sentido del humor, es más que suficiente.
¿Y lo de volver a tener relaciones íntimas con alguien? Tampoco hay que preocuparse demasiado. Esto es como montar en bicicleta, nunca se olvida. Eso sí, en las primeras ocasiones es mejor tirar de pequeñas estrategias que facilitarán la situación, como una buena luz sugerente y no estridente, una buena música de fondo o una ropa especial que invite a la situación. Una vez en marcha, apenas se notará ese kilillo de más, o ese cabello de menos.
¿Y qué hago con los niños? Pues, aparte de pagar a una niñera de vez en cuando, la cuestión es si se dice o no, pues podemos encontrarnos con personas que no quieran saber nada de pequeños en sus vidas, y con otras a las que puede parecerles estupendo o no le den mayor importancia. Como es algo realmente importante, lo mejor es decirlo claramente desde el principio. Si alguien no quiere saber nada de niños, incluidos los nuestros, lo mejor es que nos olvidemos cuanto antes de esta persona. Por otro lado, surge la duda: si no salir con nadie para no imponerles a ninguna pareja nueva, o buscar a alguien para que vivan en ese equilibrio parental, para no transmitirles el difícil malabarismo de tener que ser padre y madre a la vez, renunciando a muchos aspectos de la propia personalidad.
Lo importante es no ponerse el listón demasiado alto, no creer que solamente si somos cuasiperfectos será la única manera de volver a tener pareja, y estar dispuestos a aceptar a alguien tan imperfecto como nosotros en nuestra vida.
Colaboración de Mila Cahue para MeeticAffinity