Si hay dos palabras que, pronunciadas entre dos personas, suponen un antes y un después en la relación, y tienen un peso específico importante, son te quiero. El aspecto lingüístico no supone ningún problema, porque todos sabemos decir “te quiero”, pero ¿qué hay detrás?¿qué significa para unos y para otros?¿tiene importancia el dónde, el cuándo, el cómo, el por qué y para qué?¿qué expectativas nos creamos después de decirlas o escucharlas?
En realidad, te quiero debería ser la guinda que adornase el pastel de una relación enriquecida a base de actos y conductas de amor, pero no la base sobre la que se fundamente la continuidad de una pareja.
Para los profesionales que trabajamos en el ámbito de la pareja, una de las quejas que solemos escuchar más frecuentemente en boca de las personas que vienen a consultarnos es: pero si me dijo que me quería…” (silencio). Y preguntamos: “¿y te lo ha demostrado?”. Todas las parejas tienen momentos buenos y momentos malos, pero cuando se quiere dar coherencia a la decisión que se ha tomado de creer en lo que el otro ha dicho (te quiero) la atención se fijará en los pocos momentos buenos en vez de en los muchos malos que son precisamente los que nos indican que esa pareja ya ha sobrepasado los límites de lo que nosotros consideramos una relación sana.
Por lo tanto, las palabras te quiero han de ser el colofón de un hacer y un sentir acorde con una experiencia de amor y no de sufrimiento.
Oír a alguien decirnos te quiero es muy halagador y agradable, pero no cometeremos el error de entregar nuestros sentimientos basándonos solamente en palabras que no vayan acompañadas de contenidos. Mientras tanto, podemos disfrutar de su agradable sonido mientras dure.
En otras ocasiones, decir te quiero implica un grado más de compromiso, es un salto cualitativo en la relación en la que se esté trabajando en ese momento. Por eso, a muchas personas les cuesta decirlo, porque no se sienten seguras de si quieren “formalizar” un grado mayor de intimidad. A la vez, puede estar ocurriendo que la otra persona esté esperando escuchar las palabras te quiero para saber en qué grado de la relación se hayan, cómo son de importantes para la otra persona y qué papel van adquiriendo en su vida. Si uno no lo dice y el otro lo está esperando, la presión y la frustración que siente cada uno por su parte terminará más tarde o más temprano en desencuentros y reproches en ambos sentidos: “que si tu no me quieres lo suficiente; que es que me agobias; que me siento humillado/a; que si vas demasiado deprisa (o demasiado lento) para mi; etc.”. Como solemos aconsejar para la mayoría de las situaciones de pareja, una comunicación fluida y sincera permitirá equilibrar los sentimientos, y podría ser algo parecido a lo siguiente:
A: Me siento dolido/a porque llevamos ya un tiempo de relación, y todavía no me has dicho ni una sola vez “te quiero” y yo a ti sí.
B: Tienes razón, pero es algo que no me gusta decir hasta que no sienta que es el momento adecuado.
A: Entonces, ¿no me quieres todavía lo suficiente? (más dolor)
B: Yo tengo la sensación de que todo va bien y de que estamos muy a gusto juntos, me apetece seguir contigo, y además creo que te lo demuestro y un par de palabras no van a cambiar nada.
A: Ya, pero a mí me gustaría oírtelo decir al menos de vez en cuando…
B: ¿Y qué significaría para ti?
A: Pues que me quieres…
B: Mira, yo te lo puedo decir de vez en cuando, siempre que no entiendas ni exijas ni esperes más de lo que yo te vaya demostrando o de lo que vayamos hablando en cada momento.
A muchos esta conversación les puede parecer imposible, pero damos fe de que es real y de que se puede llegar a ello, especialmente si se tiene en cuenta lo que pide cada uno, y que estén dispuestos a entenderse recíprocamente. Los dos están expresando “dónde están” emocionalmente, lo que quieren, lo que están dispuestos a dar y pedir, y se hace sin reprochar y sin despreciar los sentimientos del otro. B dirá te quiero de vez en cuando, y A no interpretará más allá de lo que B esté diciendo en cada momento. Es un buen ejercicio que queremos que prueben y, si les apetece, nos comenten.
Hay otras parejas que se precipitan a decirse te quiero antes de conocerse más y mejor, en los momentos iniciales de fragor hormonal y químico. La verdad es que estas palabras tienen el efecto de impulsar los sentimientos cada vez más alto produciendo lo que llamamos la pasión. Está bien siempre que se sepa jugar con fuego, y si se es hábil en tener que desdecirse con elegancia y gracia de lo dicho cuando más adelante la relación no va por los derroteros que se esperaba. Pero si no se está muy experimentado en este terreno y no se tiene facilidad para recomponerse rápidamente, recomendaremos prudencia pues luego se pasa francamente mal, como consecuencia del aterrizaje a la misma velocidad que se subió.
Si aun así se apuesta por vivir la experiencia, es mejor mantener a raya las expectativas y que no se vaya más allá del momento presente hasta que la relación empiece a dar señales objetivas, medibles y coherentes con lo que se quiere vivir.
Igualmente, no decir te quiero es un error en el que no debe caer ninguna pareja, pues los dos miembros necesitan oír y sentir dónde está el otro, y no adornar lo bien hecho con dos palabras tan sencillas y que están confirmando lo que uno ya hace es una torpeza que debemos evitar.
Cuando una relación se va consolidando, y las dos personas se sienten cómodas en la intimidad, se sienten cómplices, compañeros y amantes, entonces no hay que privarse de un buen festín de te quieros que impulsen la relación desde unos cimientos basados en un trabajo afectivo bien hecho.
Colaboración de Mila Cahue para MeeticAffinity