Seguimos avanzando en ese arte del querer bien y vamos a llevar nuestra atención a situaciones que nos hacen perpetuar nuestra relación con alguien:
1) “Le quiero, la quiero… tanto…” En este caso, nos encontramos arrebatados por el amor. La relación tiene que salir/seguir porque la/le quiero, porque nadie te va a querer como yo; porque yo soy quien mas te ha querido/te quiere, etc. Se trata de una de las formas unidireccionales mas frecuentes de experimentar el amor. Lo que importa es que uno quiere al otro, no si el otro quiere al uno. Vamos a piñón fijo y como yo siento lo que siento el otro tiene que aceptarlo. Vamos a ponernos en el lugar del otro, que no esta sintiendo lo mismo. “¿Y a mi que me cuenta?” se preguntara cargado de razón. El amor es un juego de dos, y si el otro no esta en disposición de coger la raqueta y empezar a devolver pelotas, lamentablemente no hay partido al que jugar;
2) “Me quiere… tanto…” ¿Cuántas veces nos hemos encontrado (o conocemos a alguien) en una situación en la que ya no se esta enamorado pero no se sabe como cortar porque el otro me quiere tanto? Se trataría de un segundo ejemplo de amor unidireccional, pero en este caso el otro esta devolviendo las pelotas aunque se esta aburriendo soberanamente, e incluso no ve la hora de que acabe el partido. Se inventa lesiones, paradas o excusas absurdas que sacan el uno de quicio, pues quiere seguir jugando pero resulta cada vez más incomodo o imposible. Finalmente, no disfrutan ninguno de los dos, pero siguen jugando, uno por obstinación o confusión, y el otro por cobardía o falta de asertividad (no saber decir bien y claramente lo que quiere, y lo que no);
3) Querer… y sentirse querido. Cualquier relación sana, incluida la de pareja, es un toma y daca continuo. Se da y se recibe. No se da para recibir, ni tampoco se exige la devolución de lo dado, pero si no hay un intercambio libre, generoso, satisfactorio y continuo, es muy difícil que una relación resulte la experiencia gratificante que se desea. Es bidireccional y en flujo constante, y si se detiene o solamente ocurre en una dirección, se producen los bloqueos o parones que hacen que caiga en picado.
Amar al otro es fundamental, pero tan importante como querer lo es el sentirse querido. Por mucho que queramos al otro, si no sentimos que nuestra pareja nos quiere o nos atiende en lo más intimo, la relación empieza a dejar paso a la sensación de frustración, decepción y amargura que pueden desembocar en la ruptura. Muchas de esas parejas que nadie entiende pero en las que se ve felices a ambos miembros de la misma, tienen mas que ver con saber darse mutuamente lo que cada uno necesita, que con el concepto de responder a patrones de lo correcto, lo que pega, o lo que debería de funcionar.
Al fin y al cabo, la pareja y el amor solamente rinden cuentas a las personas que lo forman y no tiene en cuenta lo que piense nadie que quede fuera de ellas.
¿Que nos hace sentirnos queridos? Ah, esa es la respuesta que queremos que se aprenda a tener clara si lo que pretendemos es tener una relación satisfactoria. Pero es tan individual y subjetiva que, desde estas líneas, solamente podemos sugerir que uno no pierda demasiado tiempo en averiguar en que consiste, y se dedique a experimentar lo que le hace feliz del otro, y como hace feliz al otro.
Colaboración de Mila Cahue para MeeticAffinity