Dra. Mila Cahue

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Volver al amor tras la desilusión


No quiero volver a enamorarme, ¿para qué? He puesto lo mejor de mí para nada. Una experiencia que llena tanto como el amor deja un gran vacío cuando ya no está. El vacío lo interpretamos como frío, abandono, rechazo, dolor o, simplemente, la nada. En cualquier caso, se trata de sentimientos desagradables de los que podemos extraer, al menos, dos lecciones: la primera, aprender a recuperarse, a volverse a levantar después de una caída; y la segunda, a evitar que en un futuro se formen esos inmensos agujeros negros (o al menos que sean lo más pequeños posible) en los que parece uno sumirse tras una ruptura sentimental.

Cuando lanzamos a los cuatro vientos ese no quiero volver a enamorarme lo que realmente queremos decir es que lo que no quiero es volver a desenamorarme, a sufrir, ya que la experiencia dolorosa no es la del amor, sino la del desamor. Y es por eso que, para evitar la segunda, hacemos juramentos para no vivir la primera.

Podríamos decir que, hasta cierto punto, se trata de una estrategia lógica o de un recurso adaptativo, pero es importante no quedarse ahí. Amar y sentirse amado es la sensación más placentera que experimenta el ser humano y lo natural es que la busquemos y la disfrutemos. El ayuno afectivo puede ser en algunos casos terapéutico, y es un periodo que nos puede servir para analizar lo que hemos hecho y para decidir lo que vamos a hacer, pero hay que volver a nutrirse bien en cuanto nos sea posible.

¿Y si lo que ocurrió es que en el pasado uno se enamorase de la idea que tenía de la otra persona antes de haber constatado si realmente era así, o si era viable una relación con ella? Entonces no es de extrañar que, cuando la realidad se encarga de hablar alto y claro, y nos dice que esa persona no era como esperábamos, o no nos quiere dar lo que nos gustaría de ella, aparezca la desilusión como consecuencia de la ilusión fabricada por nuestra necesidad de afecto. Es esa distancia entre lo esperado y lo real lo que produce en nosotros el sentimiento de enfado primero, y finalmente de frustración porque lo que creíamos que iba a ser de una manera, acaba siendo de otra bien distinta.

Pero ¿es esto suficiente para tirar la toalla y no querer volver a enamorarse? ¿Y si por un momento nos planteamos otra forma de acercarnos a las relaciones afectivas? ¿Y si hacemos un repaso a nuestras fantasías, a nuestras ensoñaciones y las ajustamos de otra manera? Enfadarse con los demás por ser como son es una auténtica pérdida de tiempo. Aceptar a los demás como son, aprender a verlos desde su realidad en vez de nuestra expectativa, nos permite acercarnos a aquéllos con los que podemos ser más felices y a distanciarnos de lo que resultaría inviable mantener una relación compatible.

Nadie quiere vivir la experiencia de la desilusión, pero ya que ha tocado vivirla, al menos nos tiene que servir para algo más que para tirar la toalla. La desilusión puede enseñarnos a mirar al amor de otra manera (mejor); las ganas de aprender dependerán de lo que creamos que vamos a obtener; y el resultado será consecuencia de lo que hagamos con lo aprendido. Si no nos sale bien, tendremos que repetir la lección o aprender algo nuevo que todavía no sabemos.

Finalmente, ¿recordamos aquello de que el amor es lo único que no se compra con dinero? ¡Una noticia genial! ¿Salimos de nuevo a ver quién anda por ahí?

Colaboración de Mila Cahue para MeeticAffinity

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